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Mostrando entradas de abril, 2008

El hambre

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra, borrado sea tu nombre de la faz de la tierra. Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto la alta proa del viking, las lanzas del desierto. En la Torre del Hambre de Ugolino de Pisa tienes tu monumento y en la estrofa concisa que nos deja entrever (sólo entrever) los días últimos y en la sombra que cae las agonías. Tú que de sus pinares haces que surja el lobo y que guiaste la mano de Jean Valjean al robo. Una de tus imágenes es aquel silencioso dios que devora el orbe sin ira y sin reposo, el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre; su lecho es la vigilia y su pan es el hambre. Tú que a Chatterton diste la muerte en la bohardilla entre los falsos códices y la luna amarilla. Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía pides en la oración el pan de cada día. Tú cuya lenta espada roe generaciones y sobre los testuces lanzas a los leones. Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra, borrado sea tu nombre de la faz de la

El enamorado

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, lámparas y la línea de Durero, las nueve cifras y el cambiante cero, debo fingir que existen esas cosas. Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron. Debo fingir las armas y la pira de la epopeya y los pesados mares que roen de la tierra los pilares. Debo fingir que hay otros. Es mentira. Sólo tú eres. Tú, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura. Jorge Luis Borges

Ajedrez

I En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y ti