
El periodismo debe ser antorcha que ilumnie y no tea que incendie” Rafael Núñez
El jueves inmediatamente anterior desperté con la rutina habitual, una bastante occidental y correspondiente al estereotipo de estilo de vida de alguien con acceso a internet. Encendí mi laptop e inevitablemente, entré a Facebook para encontrarme con un rumor que se iba haciendo noticia en algunos mensajes “Pelaron al Mono Jojoy”.
Entré a las páginas de unos cuantos diarios nacionales para ver la “noticia en desarrollo” del famosísimo guerrillero colombiano, probablemente el más conocido junto con “Tirofijo” y ahora compartiendo así como alguna vez las armas, la muerte, o el infierno dirán algunos.
Vale aclarar que soy un tipo pacífico, de esos de a pie que cree que los problemas de Colombia ni empiezan ni terminan en las FARC y que nuestro pueblo ha necesitado reformas que los gobiernos no se han atrevido (o no han querido) hacer y que el mismo pueblo no ha tenido el valor para exigir. Sin embargo, esa mañana al leer la noticia sentí un “fresquito”.
No me alegra la muerte de Jorge Briceño, sé que eso no da solución a ningún problema y que la guerra con las FARC no tiene desenlace definitivo a partir de bombardeos, porque para mí es evidente que nunca se erradicará el problema mientras exista el caudal inagotable de dinero que proporciona el narcotráfico. Sin embargo, como decía, esa mañana sentí un fresquito, aunque no alcancé a reflexionar sobre la avalancha mediática que vendría después.
De allí en más los medios de comunicación colombianos han sido un verdadero circo, con crónica biográficas respetables y análisis de posibles efectos rondando por ahí, pero también con imágenes amarillistas como las que más, que mostraban un bulto de carne que algunos osaron comparar con algún plato típico de nuestra nación, ese bulto era el cuerpo despedazado y arrumado de Ricardo Briceño. El país entero vio con morbo y casi que satisfacción esa imagen amendratadora, supuestamente ejemplificante de cómo acaban los bándidos y terroristas. En cambio algunos pocos nos sentamos a reflexionar, o al menos leímos reflexiones ajenas, sobre lo que la muerte de “Jojoy” significa, algo más profundo que un “menos mal mataron a ese hi…”.
Lo primero es que Juan Manuel Santos tiene ahora todo el aire en la camiseta, después de ganar las elecciones con la agenda de Uribe y empezar a gobernar con la de los otros candidatos (especialmente con la del Partido Liberal) se ganó buenos comentarios por los nombramientos (con excepciones como el que involucra a la ahora evidentemente odiada Italia) de los que antes eran sus opositores y empezaron, ¡Vaya noticia! A invertirse papeles en la revista Semana, ahora el opositor venía a ser el impotable Rangel. Así que después de todo este ambiente de paz, de reformitis (aunque hayan lastimosamente aplazado la de justicia) y buenos comentarios, Santos por fin tiene algo que mostrarle al pueblo, al ciudadano de a pie que no entiende de política porque no le interesa y que sabe lo que ve en el noticiero ocasional, le entregó Sangre. Admitámoslo, por más anacrónico que suene, nada genera más animosidad en esta Patria que poder ver sangre, más si es de los badboys.
El otro beneficiado fue aquel que aún no debe creerse su suerte primero por ser Ministro y ahora por ser El Ministro, ahora Rodrigo Rivera tiene un motivo más para sonreír.
La muerte de Jojoy abrió otro escenario; el del oportunismo. Porque no faltaron los que dijeron la predecible frase de “Esto con Mockus no hubiese pasado”. Lo curioso del asunto, es que tal y como lo reseñaba Alejandro Gaviria en su columna del domingo anterior1 Hasta ahora este gobierno parecía comandado por un opositor del “Legado del Presidente Uribe” con la gran ventaja que Antanas Mockus no habría tenido: Su giro fue tan hábil y sorprendente que cuando empezaron a nombrase ministros y directores aptos, cuando se plantearon rápido y sin dudar reformas importantes que el Sr. Uribe nunca quiso hacer y cuando se habló cordialmente, por fin, con Venezuela, los medios no tuvieron más que aplaudir la labor y no darle mayor importancia al aun irresoluto atentado contra Caracol Radio. Y justo cuando algunas críticas empezaron a rondar a Rivera, aparece el bombardeo, nunca tan oportuno para despejar las dudas de que Santos también puede ofrecer guerra y triunfos tangibles al pueblo y no sólo esos cerros de papel que venía entregando al Congreso.
Ahora mismo, hay que felicitar al Ejercito Nacional por una vez demostrar el buen departamento de Inteligencia que tienen y esta vez, por fin, hacer las cosas legalmente. Sin embargo, hay que estar atentos a que este colchón político no sea usado por el gobierno y se mantengan la línea reformista con que iniciaron, no sea que JMS entré en la misma tónica altiva y egocéntrica de Uribe en base a sus éxitos militares y ojalá el “regaño” que ya dio al judicial no se vaya a convertir, de nuevo, en la constante tónica gubernamental.
Por último, el pueblo ahora sacia su sed de venganza de la forma más vulgar posible, sin ningún desparpajo se alegra de que la muerte haya llegado para un odiado personaje, todo esto auspiciado por los ahora ictéricos medios. Pero la euforia no debe dominarlo, no al gobierno al menos, porque la gente no calmará su hambre con explosivos ni podrá construir casas a base de plomo.
PS. Destituyeron a Piedad Córdoba en un coletazo más de los computadores de “Raul Reyes”, que le respeten el debido proceso y los dictámenes no se vuelvan el circo que seguramente armarán los medios es mi única opinión y deseo, porque creo que aquí van armarla otra vez con una sed de vergonzosa de venganza. Agregando además que ahora que el Procurador empieza a sancionar, espero los demás que hayan de serlo lo sean por igual.
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