En Colombia, hay
corregimientos de pueblitos donde no podrán leer este escrito, a menos que
alguno de los que allí vive en un viaje de hora y media a lomo de caballo se
acerque al poblado más cercano donde haya red de internet, por casualidad lo
imprima y lo lleve, en el lomo del caballo, a su casa de vuelta. Porque, en Colombia,
hay corregimientos de pueblitos donde las noticias sube a lomo de burro, sólo
si es verano porque con lluvias el camino se pone malo y no sube ni nada ni
nadie.
En Colombia, hay
hogares de ciudadanos donde la energía eléctrica llega según la fortuna, y se va
más veces de las que llega; donde no hay agua potable ni alcantarillado o donde
el Alcalde del pueblito nunca en su vida ha ido, ni si quiera en época electoral,
porque ni para sumar votos valen.
En Colombia, hay
corregimientos de pueblitos donde no hay médico ni un solo policía, donde
morirse de bobadas en tan sencillo como en la edad media y el celular no existe
porque ningún operador considera rentable ponerse a poner antenas en una zona tan
dispersa.
En Colombia, hay
corregimientos de pueblitos donde la noción de estado no existe, donde la ley
del más fuerte impera; allá donde ni las promesas llegan, porque sus ciudadanos
valen tan poco que ni para engaños de políticos cuentan. En Colombia, hay
corregimientos de pueblitos donde aún ven las estrellas todas las noches,
porque sin energía eléctrica, no hay nada que opaque el firmamento.
En Colombia, hay
corregimientos de pueblitos de colombianos como usted y como yo, que nadie sabe
que existen, donde ser colombianos les sirve de poco y nada porque ni salud, ni
educación tienen, pero labran el campo y viven felices; donde sus habitantes
viven en pobreza y las oportunidades están muy lejos, a hora y media en el lomo
de un caballo o varias horas en lancha.
En toda Colombia, en
esos corregimientos de esos pueblitos, piden que se acabe el olvido pero por
ahora, quizá sólo por ahora, mientras los acomodados de redes sociales, por
pura casualidad llegamos a enterarnos de su presencia, esos colombianos como
usted y como yo quieren salir de sus casas tranquilos, acostarse a dormir sin
ruidos de tiros y con la esperanza de un futuro para sus hijos diferente al de
empuñar un fusil o dedicarse a cultivar coca, que el camino de hora y media al
lomo de un caballo para llegar a la escuela es hasta bonito; sin una guerra
intestina que se atraviese.
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